Compartimos la adaptación de "LA HISTORIA DE LAS PIEDRAS Y LOS SUEÑOS" que leímos el sábado pasado en la jornada de trabajo solidario.
Porque la construcción del memorial, tiene todo que ver con las piedras y los sueños....
Cuentan
los más mayores de nuestros abuelos que los dioses primeros, los que nacieron
el mundo con su palabra, eran muy descuidados y donde quiera dejaban tiradas
sus cosas. Cuentan que en los primeros días y noches del mundo, los hombres y
mujeres originarios de estas tierras, los hechos de maíz y palabra, donde
quiera se tropezaban con las cosas que los dioses dejaban en su tiradero.
Cuentan que en veces se topaban con una chancleta, o con un azadón, y entonces,
preguntaban de quién es esto que está tirado en medio del camino (de por sí así
hacen las mamás ¿no? Que dicen: “¿de quién es esta chancleta?”, ¿no?, “¿quién
dejó tirado el calzón?”). Y rápido se veía que no era de nadie, de nadie de los
hombres y mujeres de maíz porque apenas eran unos pocos. Entonces, como no era
de nadie la chancleta perdida, pues rápido sabían que seguro algún dios andaba
como rengo, porque le faltaba una chancleta. Y sabían quién la perdió porque el
dios, en lugar de buscarla, se ponía a cantar esa que dice “y la chancleta que
yo tiro no la vuelvo a levantar”. Pero no sólo se les caían las chancletas a
los dioses, también se le caían los sueños. Y es que los dioses primeros, los
que nacieron el mundo, dormían en hamaca. Porque resulta que eran muy
caminadores estos primeros dioses hacedores del mundo, y siempre llevaban una
su morral, y ahí llevaban su tortilla y su hamaca. Y ahí nomás donde les daba
hambre, se paraban y se sentaban a orillas de un arroyo y comían las tortillas
y también, cuando les entraban las ganas de dormir, nomás buscaban dos árboles
y tendían su hamaca, y se echaban a dormir sin pena y se ponían a soñar cosas
buenas. Pero luego no se acomodaban bien, y estaban a la vuelta y vuelta, como
si no hallaran de qué lado dormir. Y entonces se les caían los sueños. Y como
la hamaca era tejida, pues el sueño se iba hasta el suelo. Y cuando el dios se
despertaba -que no era rápido, porque mucho dormían estos dioses primeros-,
nomás recogía su hamaca, la metía en su morral y ¡anda vete!, a seguir
caminando. Bueno, pues esos sueños no eran todos iguales, sino que unos eran
sueños de colores diferentes, y otros eran de distintas formas. Y otros se
rompían al caer y quedaban partidos en muchas partes. Y entonces la tierra -que
sea el mundo- se llenaba de colores y formas diferentes. Y los primeros hombres
y mujeres llamaron piedras a esos sueños de formas y colores distintos. Y con
piedras -o sea con sueños- adornaban sus casitas y era bien alegre, porque en
la noche parecían como lucecitas esos sueños de los dioses que se llamaban
piedras. Y había piedrotas, piedras y piedrecitas. Y los niños agarraban las
piedrecitas y jugaban con ellas a la payana o al puente. Y hacían caminitos que
brillaban en la noche. Y esos sueños que eran piedras también cantaban, y sus
canciones cantaban cosas buenas y decían vida, alegría, paz. Y había unas
piedrecitas, las más pequeñitas, que amor no decían, sino que lo murmuraban,
como si una canción cantaran al oído moreno de la tierra. Y entonces, llegaron
los poderosos -que sea los ricos y sus malos gobiernos- a hacerle mucho mal a
los hombres y mujeres del maíz, a los originarios de estas tierras. Y entonces,
esta gente buena, para que los ricos no se robaran los sueños hechos piedras de
los dioses, los agarraron y los tiraron para arriba con mucha fuerza para que
llegaran bien lejos. Y las piedras pegaban en el techo del mundo -que sea en el
cielo- y lo dejaban agujereado. Por eso es que en la noche, cuando el sol se va
a dormir y se tapa con la cobija de la noche, en nuestras tierras se ven las
estrellas, porque bien llena de agujeros quedó la noche -que sea, la cobija con
la que se tapa el sol para dormirse. Pero no todos los sueños caídos de los
dioses primeros, los sueños hechos piedra, se tiraron para arriba para
esconderlos en el cielo, muchos quedaron en el suelo, tirados por donde quiera.
Y pasó mucho tiempo y el polvo los fue cubriendo y quedaron como grises, como
negros, como rojizos, pero sin brillo por el polvo. Y los hombres y mujeres de
maíz, los originarios de estos suelos, les contaron esta historia a sus hijos e
hijas. Y estos y estas a sus hijos e hijas, y así por muchos calendarios. Por
eso es que nuestra gente, nuestro pueblo, camina mirando al suelo. Es que van
buscando esos sueños hechos piedras. Y adivinan si tienen el brillo escondido.
Y reconocen si es un sueño roto. Y entonces recogen la piedrecita y siguen
buscando más pedacitos de ese sueño incompleto, como si fueran armando un
rompecabezas con pedacitos regados por los caminos del mundo. Y ya que lo
completan el sueño que estaba roto e incompleto, escuchan su palabra hecha
canto y se alegra su corazón. Por eso es también que nuestra gente sabe
escuchar a otros y a otras. Como saben escuchar a las piedras, entonces bien
que saben escuchar los silencios, que no son sino palabras que se rompen antes
de salir, y hay que saberlos armar en el corazón colectivo que somos los
pueblos.
El cuento original forma parte del libro "Los otros cuentos 2 - Relatos del Sub-Comandante Marcos", editado por la Red de Solidaridad con Chiapas www.redchiapas.org
No hay comentarios.:
Publicar un comentario