Testimonios de personas militarizadas y detenidas en el Cuartel Gral. Luna

Compartimos algunos pedacitos de historia, para armar entre todos y todas, el puzzle de la memoria.

Una memoria colectiva que nos permita seguir luchando contra la impunidad.

Cuenta un compañero:

Seguramente, los bancarios de banca privada, fuimos los primeros que sentimos que la represión venía en serio. Las medidas prontas de seguridad y un Pacheco muy autoritario hicieron que, frente al paro, fuéramos militarizados. Y digo militarizados, porque en realidad no fuimos presos, sino que, con poca experiencia en estos asuntos, los militares armaron una compañía y mientras no estábamos en el banco, recibíamos instrucción militar. Desfilábamos, marcábamos el paso, y la poca resistencia que podíamos hacer, era equivocarnos en todo y, por tanto, enloquecer al sargento de guardia. 

Otro agrega que: 
Pese al miedo, el más grato recuerdo que tengo, es la gente acompañándonos y golpeando palmas. Terminado el horario de trabajo, venían los militares trayendo a los compañeros del Mercantil; nos agregábamos nosotros, subíamos por Colón; se nos juntaban los compañeros de Ubur y caminando nosotros por la calle, custodiados por soldados, encarábamos el repecho para el General Luna. Todo esto, rodeados de amigos, familiares, y todo aquel que aborrecía la prepotencia. Había compañeros que estaban clandestinos y, a medida que iban cayendo, se agregaban al desfile. Hay algo que los militares nunca descubrieron, y es que cuando pasábamos frente al Banco República, siempre algún compañero de allí, justo tenía que cruzar la calle, y rápidamente nos pasaba noticias de cómo iba el conflicto.

Alguno afirma:
Reconozco que lo nuestro, fue apenas un ensayo de lo que vendría después. Yo era de Banca Oficial. En aquella época, cualquiera que trabajaba para el estado, al ocupar el cargo, tenía que firmar un acta de reclutamiento, como Defensa Civil. Por tanto, éramos reclutas y, a la vista de las adhesiones que conseguían los de Banca Privada -con gente aplaudiéndolos, cantando el himno y acompañándolos hasta el cuartel-, a nosotros nos daban permiso para que saliéramos del banco y fuéramos al General Luna por nuestra cuenta. Teníamos un ratito marcado para llegar. La resistencia, que daba lugar a la correspondiente sanción, era tomarnos nuestro tiempo para llegar del banco al cuartel.

Y otro relata: 
Era un caluroso enero el de 1978. En el país reinaba la tranquilidad de los cementerios. Miles de uruguayos presos por la dictadura. Seguía desapareciendo gente en Argentina, y el miedo y la desconfianza estaban instalados en la sociedad. Iba yo a visitar un amigo que vivía en las afueras de Mercedes, cuando me topo con un tremendo operativo militar. Una pinza hecha con barreras, algunos autos haciendo cola para pasar, y por último yo en mi moto. Llegar hasta allí, mostrar la cédula, y que me tomara del cuello un soldado, con otro doblándome el brazo por la espalda hasta el límite. Me encapucharon y metieron en una camioneta rural particular. Apretado abajo y con amenazas de que me iban a matar si no cantaba, llegamos al cuartel. Estuve cuatro días de plantón, al sol tomando agua caliente ya que la botella la dejaban al sol, con baño una vez por día, culatazos en los tobillos, y cuando osaba caerme, me golpeaban en las costillas con puñetazos. Sentía otros lamentos, pero no sabía quiénes eran. Empecé a sentir gritos desgarradores de un varón y mis mecanismos de defensa, me llevaban a pensar que era teatro entre ellos para provocar más terror. A la quinta tardecita, después de un interrogatorio, me llevaron a bañarme y me sacaron la capucha. Allí me encontré con un compañero y amigo, en muy mal estado. Tanto, que no podía levantar los brazos para bañarse. Luego supimos que éramos tres varones y dos mujeres los que caímos en esa oportunidad. En los días que nos tuvieron retenidos, negaban a nuestros familiares que estuviéramos allí. Lo que yo sentía desde la capucha, no era ningún teatro; era la cruel realidad.
¡Gracias a todos, por compartir sus memorias!  

 

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