El terrorismo de Estado violentó cruelmente a las mujeres.
Los
delitos sexuales que tantas uruguayas sufrieron durante esa época y que
dejaron marcas que duelen hasta hoy: todavía siguen impunes.
En
las dictaduras de nuestra América Latina, muchas mujeres debieron dar a
luz en cautiverio, y fueron privadas del derecho a amamantar y a cuidar
de sus hijos e hijas recién nacidos/as. A muchas, les arrebataron a sus
hijos y sus nietos para siempre; familias militares o vinculadas a
ellos, se apropiaron de esos niños/as. Sólo algunos/as han sido
recuperados, en todos los casos gracias a la lucha de las mujeres, pero
muchas madres y abuelas se tuvieron que morir con la tristeza de no
haberles podido abrazar.
Miles
de mujeres se vieron obligadas al exilio: a dejar sus vidas, sus casas,
sus trabajos, sus afectos, pero aún desde la distancia, sostuvieron
lazos y vínculos.
En
el Uruguay de la dictadura, las mujeres llenaron cárceles y cuarteles
los días de visita, para llevar los paquetes a los familiares presos.
Algunas, viajaban kilómetros y kilómetros para eso.
Las
mujeres que estaban afuera cuidaban y criaban con amor a los/as
hijos/as de las compañeras en prisión. Las mujeres escribían cartas,
tejían abrigos, se organizaban, interpelaban a las autoridades para
pedir explicaciones sobre sus familiares presos, asesinados o
desaparecidos.
Las
mujeres fueron un puntal de la resistencia contra la dictadura,
trabajando juntas, como hormiguitas, sin pausa y leudando solidaridad.
Muchas
mujeres, a lo largo y ancho del país, escriben, relatan, cantan,
cuentan, hacen teatro, participan en talleres y hasta en películas, para
ayudarnos a todos a no olvidar.
Las
mujeres hacen rondas en las plazas, marchan todo 18 de Julio, para que
todo el mundo se entere de que ellas siguen buscando.
Las mujeres tejen memorias y promueven el encuentro para fortalecer la lucha contra la impunidad.
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