Luisa Cuesta: Presente!

Entre los acordes de "Te abracé en la noche...", con estas palabras recordamos a nuestra compañera Luisa Cuesta, en el segundo aniversario del Espacio Memoria...


Quienes tuvieron la oportunidad de andar cerca de ella, la recuerdan de distintas maneras, según la época en que la conocieron, los espacios donde coincidieron y las vivencias que compartieron. Por eso, estas palabras no pretenden ser su biografía, sino un collage de memorias, fruto de esa diversidad de experiencias. 

Luisa era una vecina de a pie, de acá de Mercedes, del Palo Alto. 

Mujer trabajadora, empleada del Taller de Chapa y Pintura Farías, e integrante de la Asociación de Empleados y Obreros de Mercedes.

Madre de un hijo -a quien ella llamaba “el compañero Nebio”-, jefa de hogar, que además de cocinar muy rico y hacer quinta en el fondo de su casa, participaba como una más en espacios de debate y construcción política.

Su casa era un “hervidero”, cuentan quienes la frecuentaban. “Vamos a lo de Luisa”; allí pasaba mucha cosa: discusión fermental de ideas, acciones para proteger a compañeros requeridos, reuniones de balance de las columnas paralelas de las marchas cañeras, en una época en que trabajadores y estudiantes caminaban codo a codo, soñando un mundo de justicia. 
 
La barra más joven que ella, habla de la “Vieja Luisa”, recordando que la Vieja” nunca hizo sentir la diferencia de edad: era muy respetuosa de la juventud que la rodeaba y recibía con apertura las ideas nuevas, consciente de la necesaria complementariedad entre las distintas generaciones.

Estuvo presa y cuando salió, eran muchos los que faltaban. Para seguir en contacto con la gente, se inscribió en la UTU, en un curso de Panadería. 

Tuvo que irse al exilio, y desde allá siguió trabajando para apoyar a las familias de presas y presos políticos. Siempre fue una abuela muy presente para su nieta -Soledad-, pero durante el exilio, hizo de abuela para una cantidad de de gurises uruguayos que estaban lejos de los suyos. 
 
Volvió y siguió luchando para encontrar, no a su hijo, sino a todas las personas desaparecidas por el terrorismo de Estado en Uruguay y en toda América Latina.

La ética y la dignidad, son dos palabras que se repiten en los testimonios sobre Luisa. 

También la firmeza y la perseverancia. 

Hacía un trabajo de hormiga, mirando siempre lejos. 

Tejedora de luchas compartidas, era muy respetuosa de los procesos colectivos; cuidaba con celo y responsabilidad lo que construía con otros y con otras. 
 
Emprendía, silenciosa, acciones tan cotidianas como imprescindibles. Ella buscaba, pero también animaba a otras madres y familiares a buscar, confiando en que las nuevas generaciones continuarían luchando, con la certeza de que algún día los vamos a encontrar.

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